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EL EGO NO ES PERSONAL
A nivel colectivo, la idea de que "tenemos la razón y los otros están
equivocados" está arraigada profundamente en particular en aquellas zonas
del mundo donde el conflicto entre las naciones, las razas, las tribus,
las religiones o las ideologías viene desde tiempo atrás, es extremo y
endémico. Las dos partes del conflicto están igualmente identificadas con
su propio punto de vista, su propio "relato", es decir, identificadas con
el pensamiento. Ambas son igualmente incapaces de ver que puede haber otro
punto de vista, otra interpretación de igual validez. El autor israelita
Y. Halevi, habla de la posibilidad de "conciliar interpretaciones
opuestas", pero en muchas partes del mundo la gente todavía no puede ni
quiere hacerlo. Ambas partes se creen poseedoras de la verdad. Las dos se
consideran víctimas y ven en la "otra" la encarnación del mal. Y como han
conceptualizado y deshumanizado a la otra parte al considerarla enemiga,
pueden matar e infligir toda clase de violencia recíproca, hasta en contra
de los niños, sin sentir su humanidad y su sufrimiento. Han quedado
atrapadas en una espiral demente e insana de agresión y represalia, de
acción y reacción.
Es obvio entonces que el ego, en su aspecto colectivo del "nosotros" contra
"ellos" es todavía más demente que el "yo", el ego individual, si bien el
mecanismo es el mismo. La mayor parte de la violencia que los seres humanos nos
hemos infligido a nosotros mismos no ha sido producto de delincuentes ni de
locos, sino de ciudadanos normales y respetables que están al servicio del ego
colectivo. Podemos llegar incluso a decir que, en este planeta, "normal" es
sinónimo de demente. ¿Cuál es la raíz de esa locura? La identificación total con
el pensamiento y la emoción, es decir, con el ego.
La codicia, el egoísmo, la explotación, la crueldad y la violencia continúan
reinando en este planeta. Cuando no los reconocemos como manifestaciones
individuales y colectivas de una disfunción de base o de una enfermedad mental,
caemos en el error de personalizarlos. Construimos una identidad conceptual para
un individuo o un grupo y decimos: "Así es como es. Así es como son". Cuando
confundimos el ego que percibimos en otros con su identidad, es porque nuestro
propio ego utiliza esta percepción errada para fortalecerse considerando que
tiene la razón y, por ende, es superior, y reaccionando con indignación,
condenación o hasta ira contra el supuesto enemigo. Todo esto es una fuente de
satisfacción enorme para el ego. Refuerza la sensación de separación entre
nosotros y los demás, cuya "diferencia" se amplifica hasta tal punto que ya no
es posible sentir la humanidad común ni la fuente común de la que emana la Vida
que compartimos con todos los seres, nuestra divinidad común.
Los patrones egotistas de los demás contra los cuales reaccionamos con mayor
intensidad y los cuales confundimos con su identidad, tienden a ser los mismos
patrones nuestros pero que somos incapaces de detectar o develar en nosotros. En
ese sentido, es mucho lo que podemos aprender de nuestros enemigos. ¿Qué es lo
que hay en ellos que más nos molesta y nos enoja? ¿Su egoísmo? ¿Su codicia? ¿Su
necesidad de tener el poder y el control? ¿Su deshonestidad, su propensión a la
violencia, o cualquier otra cosa? Todo aquello que resentimos y rechazamos en
otra persona está también en nosotros. Pero no es más que una forma del ego y,
como tal, es completamente impersonal. No tiene nada que ver con la otra persona
ni tampoco con lo que somos. Sólo si lo confundimos con lo que somos, su
observación puede amenazar nuestro sentido del yo.
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