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EL MATRIMONIO DE
ZEUS Y HERA
Compromiso frente a libertad
UNO DE LAS MÁS FAMOSAS REPRESENTACIONES
MÍTICAS DE LA INFIDELIDAD ES EL MATRIMONIO DE ZEUS Y HERA, REYES CLÁSICOS DE
LOS DIOSES. AQUÍ NO SOLO HALLAMOS UN TRIÁNGULO, SINO UNA SERIE DE ELLOS.
PUES ZEUS ES EL ARQUETÍPICO ADÚLTERO EN SERIE, Y HERA EL ARQUETIPO DE LA
ESPOSA CELOSA. SU VIDA DE CASADOS ES UN CATÁLOGO DE AVENTURAS, ADEREZADAS
POR LOS CELOS, LA VENGANZA Y LOS HIJOS ILEGÍTIMOS. SIN EMBARGO, SU
MATRIMONIO SOBREVIVE.
ZEUS
era el rey del cielo, y fue él quien organizó y gobernó el mecanismo suave y
ordenado del cosmos. Se casó con su hermana Hera tras un noviazgo sumamente
romántico, y parecía que estaba locamente enamorado de ella. Pero, desde el
mismo comienzo del matrimonio, él le fue infiel, y ella se sintió herida y
furiosamente celosa. Discutían continuamente, y Zeus no dudaba en pegarle de
vez en cuando, para acallar sus acusaciones y protestas. Hera estaba furiosa
por la constante persecución de otros amores por parte de él, diosas y
mortales, mujeres y niños. Para lograr los objetos constantemente cambiantes
de sus deseos requería siempre de una gran inventiva y esfuerzo. De hecho,
cuanto más difícil era el reto, mayor era su pasión; y siempre tenía que
transformarse «con varios disfraces y formas animales», a fin de pasar
desapercibido de esposos furiosos y de padres posesivos. Para Leda, se
transformó en cisne; para Europa, en un toro; para Demeter, en potro, y para
Dánae, en lluvia de oro. No obstante, en el momento que alcanzaba su deseo,
el objeto de su amor ya no le apetecía y salía de inmediato en busca de
otro.
Hera, por su parte, pasaba la mayor parte del
tiempo sintiéndose herida y rechazada. Concentraba todas sus energías en
buscar pruebas del adulterio de Zeus y elaborando después algún plan astuto
para humillarlo y vengarse de sus amantes. Parecía como si eso diera
significado a su vida, ya que hacía muy poco más. Los hijos ilegítimos de
Zeus —que eran tantos como las estrellas del firmamento— eran las víctimas
propiciatorias de la cólera de Hera, y siempre perseguía a los que ella
pensaba que Zeus podía querer más que a sus hijos legítimos. Volvió loco a
Dioniso, y se las arregló para hacer que su madre muriese en la hoguera;
atormentó a Heracles, el hijo de Alcmena, con tareas imposibles. Llegó a
atar a su esposo con correas y a amenazar con deponerlo, aunque este fue,
conveniente e inevitablemente, rescatado por los otros dioses. A pesar de
todo, continuó su relación, y periódicamente su pasión volvía a resucitar.
Hera fue muy capaz de pedir prestada a Afrodita su guirnalda de oro para
hechizar y excitar el deseo de Zeus y satisfacer sus propios fines. Durante
la guerra de Troya, Hera (que sentía un resentimiento particular por los
tróyanos) utilizó esta guirnalda de oro para seducir a Zeus y evitar que
ofreciera su protección a Troya.
Zeus sentía tantos celos como Hera, y se
guiaba por una doble medida. Una vez, un mortal llamado Ixión deseó seducir
a Hera; pero Zeus leyó su mente y formó una Hera falsa a partir de una nube,
con lo cual Ixión consiguió satisfacer su deseo. Después, Zeus le ató a una
rueda ardiente que rodó por los cielos eternamente. En otra ocasión, Hera
decidió que ya había soportado bastante, de modo que abandonó a su marido y
se escondió. Al no tener a su poderosa esposa a su lado argumentándole y
regañándole, el gran Zeus se sintió desposeído y perdido. Sus otros amores
le parecieron, de repente, menos interesantes. Buscó a Hera en todas partes.
Finalmente, siguiendo el sabio consejo de un mortal experimentado en asuntos
matrimoniales, Zeus hizo correr la voz de que estaba a punto de casarse con
otra. Hizo una estatua de una joven hermosa, envuelta en velos como una
novia, y paseó con ella por las calles. Al oír los rumores que Zeus había
hecho circular, Hera se apresuró a salir de su escondite, corrió hacia la
estatua y rasgó los velos de su rival imaginaria, descubriendo que estaba
hecha de piedra. Cuando se dio cuenta de que le habían engañado, se echó a
reír y la pareja se reconcilió durante algún tiempo. Y por lo que sabemos,
todavía deben estar regañando y reconciliándose, hiriéndose, engañándose y
amándose el uno al otro en el Monte Olimpo, incluso en nuestros días.
COMENTARIO:
El matrimonio de Zeus y Hera ciertamente no es muy armonioso. No obstante,
hay pasión y emoción en este matrimonio, y cualquiera de los cónyuges está
perdido sin el otro. Superficialmente, puede que adoptemos una posición
moral y condenemos el adulterio de Zeus. Sin embargo, hay aspectos más
profundos en este matrimonio, que nos pueden sorprender con sus intuiciones
sobre lo que une a las parejas.
¿Por qué permanecen juntas estas dos
poderosas deidades, si cada una es capaz de divorciarse y elegir un cónyuge
menos complicado? Zeus es el epítome del poder creativo y de la
ingeniosidad. Su transformación e incesante persecución del ideal nos dice
que es un símbolo del poder de la imaginación; fluido, fértil y potente que
no puede ser limitado ni contenido dentro de estructuras y reglas mundanas.
Hera, por su parte, es la diosa del hogar y de la familia, y simboliza los
lazos y las estructuras sociales que involucran continuidad,
responsabilidad, normas y respeto por la tradición. De hecho, estas deidades
son las dos caras de una misma moneda y reflejan dos dimensiones de la
psique humana que están permanentemente en conflicto. Aunque no obstante,
dependen eternamente una de la otra para su plenitud. En la mayoría de las
relaciones, una de las personas tiende a inclinarse hacia la dimensión
imaginativa de la vida, mientras que la otra se inclina más hacia contener y
estructurar esa misma vida. Pero todos poseemos ambas capacidades y las
necesitamos en nuestra vida.
Si comprendemos a nivel psicológico las
infidelidades de Zeus, vemos que reflejan una búsqueda incesante de belleza
y magia, y un deseo de autoexpresión que es la esencia del poder creativo de
cualquier artista. Si comprendemos los celos de Hera, también a nivel
psicológico, podemos vislumbrar la dificultad —y la gran fortaleza— del
permanecer comprometidos, y la inevitable cólera que sentimos cuando nuestra
libertad se ve coartada por nuestra propia elección, mientras que otros
parecen salir adelante con la autocomplacencia y sin ninguna consecuencia.
Todos nosotros, hombres o mujeres, podemos identificarnos con Zeus o con
Hera. No obstante, lo que nos está diciendo este matrimonio mítico es que
tanto Zeus como Hera existen dentro de cada uno y, si deseamos evitar que su
matrimonio se reproduzca de modo doloroso y concreto en nuestra propia vida,
puede ser inteligente por nuestra parte hallar un equilibrio dentro de
nosotros y con nuestra pareja.
Zeus y Hera también son capaces de reír
juntos. Este es el ingrediente mágico que los reconcilia cuando han
regañado. Y ambos están a la misma altura. Aunque Hera sea celosa, no está
hecha de carne de mártir. Se defiende con vigor e ingenio, en lugar de
sumirse en un lamentable lodazal de autocompasión. Como vemos, ambos se
respetan, aunque también se hieran y se enfurezcan el uno con el otro. Este
mito describe algo fundamental sobre la naturaleza humana, como ilustra el
proverbio que dice: «La hierba está siempre más verde en el prado vecino, y
todavía más si se nos prohíbe pisarla». Zeus va en busca de objetos de amor
en parte debido a que los tiene prohibidos; cuando Hera lo abandona, él la
persigue con tanta pasión como la que dedica a sus amores ilícitos. Y Hera
persigne a Zeus porque nunca puede poseerlo por completo. El secreto más
profundo de este matrimonio del Olimpo es que el amor duradero surge de no
ser nunca capaces de poseerse el uno al otro totalmente. Por doloroso que
parezca, cuando nos enfrentamos con un cónyuge descarriado, haremos bien en
preguntarnos si hemos dejado de lado la posesión de nosotros mismos y, por
lo tanto, nos hemos vuelto asequibles y susceptibles de que se posesionen de
nosotros. Y al enfrentarnos con nuestra propia inclinación a extraviarnos,
podernos preguntarnos también si nuestra persecución de la perfección
encubre cierto temor de quedar totalmente poseídos. El reconocimiento de
esta búsqueda de lo imposible, que subyace en lo profundo de la naturaleza
humana, puede conducirnos a una conciencia de la necesidad de llegar a un
compromiso o acuerdo si hemos de relacionarnos de algún modo en la vida
real. El compromiso/acuerdo es una solución imperfecta, en la cual ambas
personas logran algo de lo que desean, pero en la que ninguna de ellas
conste que todo sea a su manera. Con el fin de conseguir una relación humana
aceptable, debemos desechar el ideal de perfección; de igual modo, no
debemos renunciar nunca a nuestra propia alma.
Es posible que haya
una
«solución» en el matrimonio de Zeus y Hera. Es posible que haya también una
solución al problema de la infidelidad, literal o supuesta, en las
relaciones humanas tal y como en general se plantean hoy en día las
relaciones de pareja. Es necesario que la pareja realice un profundo
ejercicio de reflexión y abra los ojos a las posibles soluciones. Desde
luego, cuando la pareja encuentra su solución, no deja de sorprenderles las
parejas que se rompen a causa de este mismo tema o que continuamente
representan las mismas payasadas míticas de Zeus y Hera, a la vez que ambos
siguen amándose e inspirándose el uno al otro. Pero cuanto más reflexionamos
y más comprendemos tanto más capaces somos de superar esta tensión dentro de
nosotros mismos. Y si comprendemos la tensión que existe entre lo que se
conoce en nuestras sociedades como compromiso y la libertad, entonces es
menos probable que nos polaricemos, conviniéndonos en un Zeus incontrolado o
en una Hera quejumbrosa.
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