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LIBERARTE DE TU MENTE

¿Qué quiere decir exactamente ‘observar al que piensa’?

Cuando alguien va al médico y dice: ‘Oigo una voz en mi cabeza’ probablemente lo remitirán a un psiquiatra.

El hecho es que, de forma muy similar, prácticamente todo el mundo oye una voz, o varias voces, en su cabeza, todo el tiempo: los procesos involuntarios de pensamiento que no te das cuenta que puedes detener. Los monólogos o diálogos continuos.

Probablemente te has cruzado en la calle con ‘locos’ que hablan o murmuran para sí mismos incesantemente. Bueno, esto no es muy diferente de lo que tu y otras personas ‘normales’ hacen, excepto por el hecho de que tu no lo haces en voz alta.

La voz comenta, especula, juzga, compara, se queja, acepta, rechaza, y así sucesivamente. La voz no es necesariamente relevante para la situación en la que te encuentras en ese momento; puede estar revisando el pasado reciente o lejano o ensayando o imaginando posibles situaciones futuras. En este caso, frecuentemente imagina resultados negativos o problemas; este proceso se llama ‘preocuparse’. A veces esta pista de sonido va acompañada por imágenes visuales o ‘películas mentales’.

Incluso si la voz es relevante para la situación del momento, la interpretaras de acuerdo con el pasado. Esto se debe a que la voz pertenece a tu mente inferior, a tu mente condicionada, que es el resultado de toda tu historia pasada así como del escenario mental de la cultura colectiva que heredaste. Así, ves y juzgas el presente con los ojos del pasado y obtienes una visión de él totalmente distorsionada. No es raro que esa voz sea el peor enemigo de la persona. Muchos viven con un torturador en la cabeza que continuamente los ataca y los castiga y les drena la energía vital. Esto causa sufrimiento e infelicidad así como enfermedad.

Lo bueno de todo este mecanismo automático es que puedes liberarte de tu mente. Esa es la única liberación verdadera. Puedes dar el primer paso ahora mismo. Empieza por oír la voz de tu cabeza tan a menudo como pueda. Presta atención especial a cualquier patrón de pensamiento repetitivo, esos viejos discos que han sonado en tu cabeza quizá durante años. Eso es a lo que llamo ‘observar al que piensa’, que es otra forma de decir: escucha la voz de tu cabeza, estate allí como si fueses un testigo.

Cuando escuches esta voz hazlo imparcialmente. Es decir, no juzgues. No juzgues o condenes lo que oyes, porque hacerlo significaría que la misma voz ha vuelto a entrar por la puerta trasera. Pronto empezarás a darte cuenta de esto: está la voz y estoy yo escuchándola, observándola. Esta comprensión del Yo soy, esta sensación de tu propia presencia, no es un pensamiento. Surge de más allá de la mente.

Así pues, cuando escuchas un pensamiento, eres consciente no sólo del pensamiento, sino de ti mismo como testigo de él. Ha aparecido una nueva dimensión de conciencia. Mientras oyes al pensamiento sientes una presencia consciente -tu ser más profundo- más allá o debajo del pensamiento, como quien dice. El pensamiento entonces pierde su poder sobre ti y rápidamente se calma porque ya no le das energía a la mente por medio de la identificación con ella. Este es el comienzo del fin del pensamiento involuntario y compulsivo.

Cuando un pensamiento pierde fuerza, uno experimenta una discontinuidad en la corriente mental, una brecha de ‘no mente’. Al principio las brechas serán cortas, unos segundos tal vez, pero gradualmente se harán más largas. Cuando ocurren esas rupturas uno experimenta cierta quietud y paz dentro de sí mismo. Es el comienzo de tu estado natural de percepción de la unidad con el Ser, que generalmente está oscurecida por la mente. Con la práctica, la sensación de quietud y paz se hará más profunda. De hecho, esta profundidad no tiene fin. También sentirás una sutil emanación de gozo que surge de lo profundo de tu interior: el gozo de Ser.

No se trata de un estado de trance, en absoluto. Aquí no hay pérdida de conciencia, es todo lo contrario. Si el precio de la paz fuera una disminución de tu conciencia y el precio de la quietud una falta de vitalidad y estado de alerta, no valdría la pena tenerlas. En este estado de unión interior, uno está mucho más alerta, más despierto que en el estado de identificación con la mente. Uno está completamente presente. También aumenta la frecuencia de vibraciones del campo de energía que da vida al cuerpo físico.

Según profundizas en este reino de la no-mente, como es llamado a veces en Oriente, creas un estado de conciencia pura. En ese estado sientes tu propia presencia con tal intensidad y gozo, que todo el pensamiento, todas las emociones, tu cuerpo físico, así como el mundo exterior, se vuelven relativamente insignificantes en comparación con ello. Y sin embargo no es un estado egoísta sino un estado sin ego. Te lleva más allá de lo que antes considerabas ‘tu propio ser’. Esta presencia es esencialmente tú mismo y al mismo tiempo inconcebiblemente mayor que tú. Lo que trato de expresar aquí puede sonar paradójico o incluso contradictorio, pero no puedo expresarlo de otra manera.

En lugar de ‘observar al que piensa’ puedes crear también una brecha en la corriente de la mente simplemente dirigiendo el foco de su atención hacia el Ahora. Vuélvete intensamente consciente del momento presente. Esto es algo profundamente satisfactorio. De esa forma apartas la conciencia de la actividad de su mente y creas una brecha de no-mente en la que estás muy alerta y consciente, pero no pensando. Esa es la esencia de la meditación.

En tu vida diaria, puedes practicar esto tomando una actividad rutinaria que normalmente es sólo un medio para un fin y prestarle tu más completa atención, de modo que se convierta en un fin en sí misma. Por ejemplo, cada vez que subas y bajes las escaleras en tu casa o en tu lugar de trabajo, pon mucha atención a cada paso, a cada movimiento, incluso a tu respiración. Estate totalmente presente. O cuando te laves las manos, presta atención a todas las percepciones sensoriales asociadas con la actividad: el sonido y tacto del agua, el movimiento de tus manos, el aroma del jabón y así sucesivamente. O cuando subas a tu automóvil, después de cerrar la puerta haz una pausa de unos segundos y observa al flujo de tu respiración. Hazte consciente de una sensación de presencia silenciosa pero poderosa, Hay cierto criterio por el que puedes medir tu éxito en esta práctica: el grado de paz que sientes interiormente.

Así pues el único paso vital en tu camino hacia la iluminación y la realización es este: aprende a dejar de identificarse con tu mente. Cada vez que creas una brecha en el fluir de la mente, la luz de tu conciencia se vuelve más fuerte.

Un día puede que te sorprendas a ti mismo sonriendo a la voz de su cabeza, como sonreirías ante las travesuras de un niño. Esto significa que ya no te tomas tan en serio el contenido de tu mente, puesto que el sentido de ti mismo no depende de él.

 

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