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LA REALIZACIÓN DE LA CONSCIENCIA PURA
¿Es la presencia lo mismo que el Ser?
Cuando te haces consciente del Ser, lo que en realidad ocurre es que el
Ser se torna consciente de sí mismo. Y ese acto por el que el Ser toma
conciencia de sí mismo es la presencia. En el Ser, conciencia y vida son
términos sinónimos; podríamos decir que presencia significa conciencia
haciéndose consciente de sí misma, o la vida llegando a la autoconciencia.
Pero no te quedes pegado a las palabras y no hagas un esfuerzo por
entender esta descripción intelectualmente. No necesitas entender las
cosas antes de poder estar presente.
Entiendo lo que acabas de decir, pero parece implicar que el Ser, la
realidad última trascendente, aún no está completo; está experimentando un
proceso de desarrollo. ¿Necesita Dios del tiempo para su crecimiento
personal?
Sí, pero sólo desde la perspectiva limitada del universo manifestado. En
la Biblia, Dios declara: «Soy el Alfa y el Omega, y soy el que Vive». En
el reino intemporal donde habita Dios, que también es tu hogar, el
principio y el fin, el Alfa y el Omega, son uno, y la esencia de todo lo
que ha sido y será está eternamente presente en un estado No Manifestado
de unidad y perfección, trascendiendo totalmente cualquier cosa que la
mente humana pueda llegar a imaginar o comprender. Pero en nuestro mundo
de formas aparentemente separadas la perfección intemporal es un concepto
inconcebible. Aquí, incluso la conciencia, que es la luz emanada de la
Fuente eterna, parece estar sujeta a un proceso de desarrollo, aunque esto
se debe a las limitaciones de nuestra percepción. La cosa cambia si
consideramos el proceso en términos absolutos. En cualquier caso,
permitidme que siga hablando un poco más de la evolución de la conciencia
en este mundo.
Todo lo que existe tiene Ser, tiene esencia divina, tiene algún grado de
conciencia. Incluso la piedra tiene una conciencia rudimentaria; si no
fuera así, no sería, y entonces sus átomos y moléculas se dispersarían.
Todo lo que existe está vivo: el Sol, la tierra, las plantas, los
animales, los seres humanos...; todos somos expresiones de la conciencia
en sus diversos grados, conciencia manifestada en la forma.
El mundo surge cuando la conciencia toma formas, tanto formas mentales
como formas materiales. Mira los millones de formas de vida existentes tan
sólo en este planeta, en el mar, en la tierra, en el aire..., y cada forma
de vida está repetida millones de veces. ¿Con qué fin? ¿Hay alguien o algo
que está jugando un juego, un juego con las formas? Esto es lo que se
preguntaban los antiguos videntes de la India. Consideraban que el mundo
es Lila, el juego divino de Dios. Evidentemente, las formas de vida
individuales no son muy importantes dentro de este juego. En el mar, la
mayoría de las formas de vida no sobreviven más de unos segundos después
de nacer. La forma humana también regresa al polvo rápidamente, y cuando
desaparece es como si nunca hubiera existido. ¿Podemos decir que éste es
un destino trágico y cruel? Sólo pensaremos así si creamos una identidad
separada para cada forma, si nos olvidamos de que su conciencia es la
esencia divina expresándose en la forma. Pero no llegas a saber realmente
que esto es así hasta que alcanzas tu esencia divina, la conciencia pura.
Imagina que nace un pez en un acuario. Si le llamas Juan, le extiendes un
certificado de nacimiento, le cuentas su historia familiar y dos minutos
después se lo come otro pez mayor, eso es una verdadera tragedia. Pero es
una tragedia porque has proyectado un yo separado donde no lo había. Has
tomado una fracción de un proceso dinámico, de una danza molecular, y has
conformado con ella una identidad separada.
La conciencia toma el disfraz de las formas hasta que éstas alcanzan tal
complejidad que se pierde completamente en ellas. Entre los seres humanos
contemporáneos la conciencia está totalmente identificada con su disfraz.
Sólo se conoce a sí misma como forma, y por tanto vive con un miedo
permanente a la aniquilación física y psicológica. Es la mente egotista,
que produce una disfunción considerable. Actualmente, da la sensación de
que algo ha ido muy mal en el proceso evolutivo, pero hasta eso es parte
del Lila, del juego divino. Finalmente, la presión del sufrimiento
generado por esta aparente disfunción obligará a la conciencia a
desidentificarse de la forma y a despertar del sueño de la forma: así se
recupera la autoconciencia, pero a un nivel mucho más profundo que cuando
se perdió.
Jesús de Nazaret explica este proceso en la parábola del hijo pródigo, que
abandona la casa de su padre, malgasta su herencia y vaga errante y
desamparado hasta que el sufrimiento le obliga a regresar al hogar. Y
cuando regresa, su padre le ama más que antes. El estado del hijo que
regresa es similar al que tenía cuando partió, pero no del todo igual. Ha
ganado en profundidad. Esta parábola describe el viaje que transcurre
desde la perfección inconsciente, pasando por el «mal» y la imperfección
aparente, hasta alcanzar la perfección consciente.
¿Puedes entender ahora el significado más amplio y profundo de mantenerse
presente como observador del proceso mental? Cuando observas la mente,
retiras consciencia de las formas mentales, y esa consciencia se convierte
en el observador o testigo. En consecuencia, el observador —conciencia
pura más allá de la forma— se fortalece, y las formaciones mentales se
debilitan. Cuando hablamos de observar la mente estamos llevando a la
esfera personal un evento de significado cósmico: a través de ti, la
conciencia está despertando de su sueño de identificación con la forma y
se está retirando de la forma. Esto presagia un suceso —y a la vez forma
parte de él— que probablemente aún queda en un futuro lejano. Ese suceso
es el fin del mundo.
Cuando la conciencia se libera de su identificación con las formas físicas
y mentales, se convierte en lo que llamamos conciencia pura o iluminada, o
presencia. Esto ya ha ocurrido en unos pocos individuos, y parece estar
destinado a suceder en breve a gran escala, aunque la garantía de que se
produzca no es absoluta. La mayoría de los seres humanos aún están en
manos de la conciencia del ego: identificados con la mente y dirigidos por
ella. Si no consiguen liberarse poco a poco de la mente, ésta acabará por
destruirles. Experimentarán cada vez más confusión, conflicto, violencia,
enfermedad, desesperación, locura. La mente egotista es como un barco que
se hunde. Si no saltas, te hundirás con él. La mente egotista colectiva es
la entidad más destructiva y peligrosamente loca que ha habitado este
planeta. ¿Qué crees que ocurrirá en el planeta si no cambia la conciencia
humana?
El único respiro que pueden tomarse de su propia mente la mayoría de los
seres humanos es dejarse caer ocasionalmente en un nivel de conciencia por
debajo del pensamiento. Todos lo hacemos cada noche durante el sueño. Pero
también ocurre en cierta medida durante el encuentro sexual o cuando
consumimos alcohol y otras drogas que suprimen el exceso de actividad
mental. Si no fuera por el alcohol, los tranquilizantes, los
antidepresivos y las drogas ilegales, consumidas en enormes cantidades, la
locura de la mente humana se habría hecho aún más descaradamente evidente
de lo que ya es. En mi opinión, si faltaran las drogas, buena parte de la
población se convertiría en un peligro para ellos mismos y para los demás.
Las drogas, evidentemente, te mantienen atrapado en un circuito
disfuncional. Su empleo generalizado retrasa la disolución de las antiguas
estructuras mentales y la irrupción de la conciencia superior. Aunque el
usuario individual puede obtener así cierto alivio de la tortura diaria a
que le somete su mente, no puede generar suficiente presencia consciente
para elevarse por encima del pensamiento y encontrar así la verdadera
liberación.
No podemos considerar que volver a caer en un nivel de conciencia por
debajo de la mente, en el nivel premental de nuestros antepasados lejanos
y de los animales y plantas, sea una opción válida para nosotros. No hay
vuelta atrás. Si la raza humana ha de sobrevivir, tendrá que avanzar hacia
la etapa siguiente. La conciencia está evolucionando en todo el universo a
través de miríadas de formas. Por tanto, si nosotros no lo logramos, a
escala cósmica no tendrá importancia. Y como la conciencia ganada no se
pierde, simplemente conseguirá expresarse mediante alguna otra forma. Pero
el hecho mismo de que yo esté escribiendo aquí y de que me estéis leyendo
en este espacio Web es un indicador claro de que la nueva conciencia está
estableciendo un punto de apoyo firme en el planeta.
No hay nada personal en lo que hacemos: yo no te estoy enseñando. Tú eres
la conciencia escuchándose a sí misma. Hay un proverbio oriental que dice:
«El maestro y el discípulo, juntos, crean la enseñanza». En cualquier
caso, las palabras mismas no son importantes. No son la Verdad; sólo la
indican. Yo hablo desde la presencia, y mientras hablo, tal vez seas capaz
de unirte a mí en este estado. Cada una de las palabras que uso tiene una
historia y viene del pasado, como todo lenguaje, pero las palabras que os
digo ahora son portadoras de la elevada frecuencia energética de la
presencia, independientemente de su significado concreto.
El silencio es un portador de la presencia aún más poderoso que las
palabras; por eso, cuando leas esto, toma conciencia de los silencios que
hay entre las palabras y por debajo de ellas. Sé consciente de las
brechas, de la discontinuidad. Escuchar el silencio, donde quiera que
estés, es un modo fácil y directo de estar presente. Aunque haya ruido,
siempre hay silencio en medio y por debajo de los sonidos. Escuchar al
silencio crea inmediatamente una quietud dentro de ti. Sólo la quietud
interna puede percibir el silencio externo. ¿Y qué es la quietud sino
presencia, conciencia liberada de las formas pensamiento? Ésta es la
realización viva y práctica de lo que hemos comentado.
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