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AJO (Allium sativum)
¿Quién no conoce los ajos?
Representan un aderezo culinario pero son algo más, puesto que sus
propiedades medicinales los convierten en un manjar casi imprescindible para
conservar la salud.
CARACTERÍSTICAS
Hierba que crece a partir de
un bulbo del tamaño de un albaricoque (lo que en la cocina se denomina
cabeza, dividido en segmentos (que conocemos como dientes). De la cabeza
cuelgan las raíces, cortas, y surge el tallo, erguido, de unos 40 cm de
altura, coronado por un grupo de pequeñas flores. Las hojas, alargadas,
envuelven y protegen el tallo.
LOCALIZACIÓN
No crece espontáneamente en
los bosques ni en las praderas fuera de su entorno natural, esto es, en
Asia. Sin embargo, se adapta a cualquier terreno y, de hecho, puede
cultivarse en todas partes si el clima no es excesivamente frío.
PRINCIPIOS ACTIVOS
Debe sus cualidades a la
presencia de aluna, un compuesto totalmente inodoro; sin embargo, junto a
esta sustancia existen enzimas que la transforman en disulfuro de alilo, que
confiere al ajo su olor característico.
PROPIEDADES MEDICINALES
Hay quien dice que para
vivir muchos años se debe comer un diente de ajo crudo cada día, al
levantarse. La realidad es que las virtudes del ajo son muchísimas: combate
las infecciones, destruye los gusanos parásitos intestinales, baja la
tensión arterial y el nivel de glucosa en la sangre y elimina los gases
intestinales. En general, regula la circulación sanguínea y limpia los
intestinos. Sobre la piel actúa como antiséptico.
RECOLECCIÓN
A principios de verano se
recogen los ajos sin cortar las hojas, pues se entrelazan las de varias
cabezas y se forma una trenza (denominada ristra) que sirve para mantenerlos
colgados e ir cogiéndolos a medida que se necesitan.
USOS Y APLICACIONES
El ajo hervido pierde sus
propiedades, ya que con el calor se destruye la aluna. No ocurre así cuando
se fríe, pues pasado por la sartén sólo se calienta la parte externa, pero
son crudos como deben tomarse los ajos para beneficiarse de todas sus
propiedades. Comer un ajo crudo puede ser desagradable para algunas
personas; sin embargo, existen soluciones, como la salsa alioli, que
consiste en picar el ajo en un mortero e ir añadiendo aceite de oliva muy
lentamente mientras se remueve con la mano del almirez describiendo círculos
siempre en la misma dirección. Finalmente se añade una pizca de sal. De
todas formas, es más corriente
preparar el alioli añadiendo al ajo una yema de huevo. Debe obtenerse una
salsa muy espesa. Una forma más práctica de preparación consiste en colocar
en un recipiente un huevo (clara y yema), dos dientes de ajo (o más, según
el gusto), la sal y un vaso de aceite. Con la batidora, en menos de un
minuto tenemos la salsa a punto. |
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