TRATAMIENTOS Y LÍNEAS DE TRABAJO ACTUALES. MODELOS DE SALUD COMO MARCO
ESPECÍFICO DE ACTUACIÓN
Gran
parte de los esfuerzos por la aplicación de los conocimientos de lo psíquico al
ámbito de la salud, en general y no sólo a la salud mental, se han venido
centrando en los últimos años en el diseño de modelos que expliquen la
interacción de los distintos sistemas, de modo que mediante la intervención
desde lo psicológico (en consonancia con la acción biológica y social mismas) se
favorezca un mejor estado de salud, propiciando la amortiguación de los efectos
de la enfermedad y/o su tratamiento biomédico, la prevención en la aparición de
la enfermedad o la promoción de la salud y estilos de vida saludables.
Algunos
de esos modelos se han preocupado más por aclarar el complejo contexto de la
salud, tratando de delimitar tanto su concepción, como sus componentes,
contribuyendo a crear así un marco explicativo genérico que justificaría una
descripción de ella en términos algo más completos y comprehensivos. En este
sentido aparece la propuesta del modelo biopsicosocial de Engel (y las
correcciones posteriores), u otras aportaciones como el modelo de
diátesis-estrés propuesto por Steptoe en 1989 —donde adquiere especial
relevancia la vulnerabilidad o predisposición previa del organismo al hacer
frente a las demandas del entorno, fruto de lo cual aparecerá el estado
patológico o de enfermedad— o el modelo de Ribes (1990), que no es más que un
desarrollo de esa interacción entre el grado de vulnerabilidad y la exposición a
agentes externos en modo de comportamientos de riesgo. Es el propio Emilio Ribes
(1990) el que plantea, al referirse a la explicación de la salud, el papel que
cada uno tenemos respecto de ella: «Es postulable que, en última instancia, la
prevención, la curación, la rehabilitación o el inicio de una enfermedad
implican la participación del individuo actuando».
La mayor
parte de los modelos de salud se han centrado en planteamientos aplicados
concretos y en ámbitos muy concretos, lo que limita su extrapolación hacia otros
contextos de salud-enfermedad. El objetivo fundamental de este tipo de modelos
ha sido explicar el cambio de conducta (de ahí los modelos con esta
denominación) para dirigir las estrategias de intervención, de modo más o menos
específico.
En todos
ellos, juegan un papel esencial los denominados factores cognitivos y sociales
(por ello se les llama también modelos sociocognitivos), dado que recogen tanto
el contexto social del cambio de la conducta, como los procesos cognitivos que
una persona atraviesa en el manejo de los diversos estados de salud y/o
enfermedad, que se convierten en la clave del comportamiento en relación con
ellos y en objetó de atención para el cambio. Algunos hacen hincapié en
elementos relativos a las emociones y motivaciones del comportamiento, y otros
se centran más en las conductas mismas y los distintos estados de cambio. Dos de
los modelos de salud relevantes con importantes proyecciones aplicadas a
diversos contextos de enfermedad son el llamado Modelo de Creencias de Salud
(MCS), propuesto inicialmente por Rosenstock en 1966 —luego modificado y
ampliado— y el Modelo de los Estados de Cambio (MEO planteado por Prochaska y
DiClemente en 1982. Muchos de los otros modelos no son más que desarrollos de
éstos (sobre todo del MCS), partiendo de las mismas premisas pero con
formulaciones explicativas y/o aplicaciones diversas.
El
primero de ellos (MCS) se centra en la consideración de distintas dimensiones
del comportamiento que están presentes en la ejecución de conductas saludables,
fundamentalmente para poder explicar su aparición y, al mismo tiempo, poder
predecirlas. Trataría de dar respuesta a preguntas como: «Con qué probabilidad
un determinado sujeto podrá dejar de fumar», «qué posibilidad hay de que una
persona aumente la frecuencia de ejercicio físico diario» o «qué garantías
tenemos de que una determinada persona seguirá el tratamiento impuesto para su
hipertensión arterial». De este modo, los elementos que están determinando que
la persona cambie su conducta son: a) la susceptibilidad percibida (sentir que
la enfermedad le puede ocurrir), b) la gravedad percibida (sentir que la
enfermedad le desencadenaría, al menos, consecuencias graves o moderadamente
graves), c) los beneficios percibidos (sentir que la puesta en marcha de las
conductas preventivas podría serle beneficiosa para evitar la enfermedad o
mermar su gravedad), y d) balance de beneficios frente a costos (barreras como
el dolor, costo económico y/o de tiempo no deberían pesar más que los beneficios
percibidos de la ejecución de las conductas preventivas), La adecuada presencia
de cada uno de esos factores y el balance final positivo —más beneficios que
costos— favorecerán la puesta en marcha de las conductas en pro de la salud.
Este modelo se ha usado de modo aplicado en la explicación y el desarrollo de
estrategias para dejar de fumar, cumplimiento dietético, práctica de sexo
seguro, vacunaciones, visitas periódicas al dentista y programas de fomento del
ejercicio regular, con éxito de cambio.
El
segundo de los modelos (MEC) se centra en el proceso por el que pasa la persona
durante el cambio de las conductas relacionadas con la salud. Es, por tanto, un
modelo temporal y va más allá —o complementa— modelos como el de creencias de
salud en el que se hace hincapié en los precursores o determinantes de las
conductas de salud. Según este modelo, en el proceso de cambio de conducta se
pasa por diversas etapas, que van de una primera, donde la persona no contempla
el cambio de su conducta (esta precontemplativa), pasando por otro momento en el
que considera la posibilidad del cambio (etapa contemplativa], incluso de modo
serio, con algunos intentos (etapa de preparación], hasta la etapa activa en la
que se implica de manera directa en la ejecución de la conducta. Finalmente, una
etapa denominada de mantenimiento, en la que la persona prolonga en el tiempo la
práctica de la conducta iniciada. Igualmente, este modelo se ha mostrado útil en
la implantación de cambios de conducta dirigidas hacia el fomento de, por
ejemplo, dejar de fumar, el uso del preservativo (en la prevención de
transmisión de enfermedades) o el control del peso, entre otros.