LA
SOLEDAD FRENTE A VIVIR EN SOLEDAD
Hasta
ahora, estamos refiriéndonos en todo momento a vivir la soledad, que no a vivir
en soledad. Esta puede ser impuesta o elegida, agradable o desagradable. En
cualquier caso, la primera no implica necesariamente la segunda. Son
independientes y, de hecho, puede producirse la primera sin que llegue a
producirse la segunda.
Ser
consciente de que cada decisión que uno toma es un acto que se hace en soledad
significa comprender que los que nos rodean, lo sepan o no, se encuentran en la
misma situación. Este hecho puede facilitarnos la interacción en distintos
momentos, ya que nos permite eliminar prejuicios y sentirnos más cómodos, pues
tan difícil resulta a uno como a otro iniciar una conversación, o aceptar los
estados emocionales del interlocutor. En cualquier caso, nos permite, por un
lado, tomar conciencia del lugar que se ocupa en cada momento según lo que esté
ocurriendo y, por otro, tomar una decisión más afortunada sobre lo que
corresponda hacer. Si no se ha practicado suficiente quizás, desde esta nueva
perspectiva, sea el momento adecuado para empezar a hacerlo.
Aprender
a vivir la soledad, que llamaremos intrínseca, nos puede facilitar evitar la
otra soledad tan temida que supone la falta de apoyo, de amigos, y el
aislamiento social. Se puede vivir muy bien solo, pero en equipo resulta más
fácil.
Así pues,
la soledad intrínseca nos permite:
• Ser los
dueños de nuestras decisiones.
• Asumir
nuestros errores sin buscar culpables.
• No
asumir culpabilidades que no nos correspondan.
• Diseñar
nuestra propia vida.
• Ser
libres e independientes.
• Saber
ser, y saber hacer, felices.
Practicando la soledad intrínseca podremos evitar:
• El
aislamiento, pues identificaremos cuándo necesitamos de los demás y sabremos
buscarlos.
• La
escasez de amigos, pues superaremos la dificultad de establecer los contactos
que necesitemos.
• La
falta de profundidad en las relaciones, pues identificaremos más fácilmente con
quién y hasta dónde compartir nuestras vivencias sin sentirnos amenazados, en la
confianza que precisa la intimidad.
• Las
dependencias emocionales, propias y ajenas, pues entenderemos que nuestra
felicidad, o nuestro entretenimiento, no es asunto a dejar en manos de otros.
• Las
exigencias irracionales a, y de, los demás.
Ver la
soledad desde esta perspectiva es el objetivo que hemos pretendido en este
espacio, de manera que finalmente se pueda vivir sin el temor que suele
producir, e incluso se perciba como esa compañera fiel de viaje que nos deja
espacio y nos permite vivir una vida a nuestra medida.