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Aforismos III.
• El guerrero espiritual domina y ensaya el arte del mirar inafectado.
Manteniéndose en la energía del observador, desidentificado, es libre. Esa
libertad es su ganancia, su logro, su enjundia. Atestigua desde la
ecuanimidad, sin tensión, sin conflicto, y procede según las circunstancias
lo requieren.
• El guerrero espiritual aprende a considerar a los otros, pero es
indiferente a si le consideran o no. Como está en el intento de superar la
autoimportancia, la infatuación y las actividades egocéntricas, no se
resiente ante los juicios adversos, censuras, burlas o insultos. No necesita
insuflar su imagen idealizada. Se adiestra en el amor consciente, el que
pone los medios para que los demás también completen su evolución y sean
felices.
• El guerrero espiritual hace su sendero de momento en momento. Es la suya
la senda sin senda. Se sirve de claves para desarrollar la consciencia.
Cultiva la paciencia porque no espera otra cosa que aquello que ocurre y
porque presiente el momento como el mejor para la realización. Cultiva la
energía, porque sin ella toda apertura es imposible y el miedo hace mella
una y otra vez. Cultiva la confianza en la Enseñanza, porque sin ella es
como el amante que se extravía al no disponer de su amada. Cultiva la
ecuanimidad como la cualidad de cualidades, como el equilibrista que se
entrena para no precipitarse a uno u otro lado. Se asemeja al riachuelo que,
sagaz, sabe hallar los puntos de menor resistencia para seguir fluyendo
hacia un cauce más generoso. Se parece a ese cielo que sabe permanecer en sí
mismo sin que las nubes consigan arrastrarlo. Es como la montaña firme,
sólido y consciente, y como la nieve esponjosa, poroso y amable. Está en
continuo aprendizaje y busca el signo más allá del signo.
• No se ofende, no se irrita, no recoge los insultos de los otros, pero es
resistente en su no violencia, inquebrantable en su pasividad. No
desperdicia su energía en mezquindades.
• El guerrero espiritual gusta de ponerse al borde del precipicio para que
todos los resortes de intrepidez le vengan a la mano. No pierde jamás la
consciencia, porque sabe que la negligencia es el pasadizo hacia la total
oscuridad. Si la angustia le toma, en lugar de contraerse, pone su asamente
en manos de la energía cósmica; si el miedo le aborda se establece en el
testigo inafectado. Aprende a escuchar la voz sabia de su cuerpo, su mente y
su corazón. Vela, sin apego, por su bienestar físico y mental. No
desaprovecha sus energías. Cuenta con la atención bien dispuesta como el
gran rival del desequilibrio y el desorden. Está presto para no dejar pasar
la bandeja de la providencia.
• El guerrero espiritual aprende a desestructurarse para volverse a
estructurar en el nivel que precisa. La disolución no le espanta; sabe que
es una fisura hacia lo Inmenso. Reconoce los distintos niveles de percepción
y sabe en cuáles debe confiar y en cuáles no. Descubre que más importante
que aprender es desaprender, que aún más importante que ser es no ser. Se
propone despertar al sueño psicológico. Desconfía de las leyes hechas por
los hombres dormidos, las reglas fabricadas por las embotadas mentes de los
dirigentes. Sabe que nada hay tan peligroso como el dogma y la creencia
ciega. Aprecia más que nada la ternura y sabe que lo mejor que puede hacer
por los otros es amarlos conscientemente.
• Lo peor que puede hacer un guerrero espiritual es traicionarse a sí mismo,
traicionar su fortuna de ser un guerrero; traicionar su destino. Ha
adquirido un compromiso. Debe velar sus armas místicas para completar su
evolución consciente, ¿Qué peor enemigo puede haber para él que él mismo si
se traiciona?
• El guerrero espiritual alimenta ilusiones. Sabe que en el espacio eterno
la mayoría de los eventos escapan a su control. Apunta hacia su mente y es
su mente la que trata de cambiar. Emprende la revolución interior. Se vierte
en alquimista de sus profundidades. Ante lo inevitable, no guerrea; ante lo
que debe ser modificado y puede ser modificado, lo modifica. No cree en las
palabras. Todo está dicho, pero nada está hecho. Cree en la actitud
impecable y en los actos que se corresponden con ella. Mira la vida como un
carnaval y no se deja confundir ni persuadir por sus disfraces. Toma la vida
por asalto. Cierra los oídos a los elogios y a los insultos. Embellece su
mente con emociones positivas. No hace de su mente un estercolero ni de su
corazón un erial. Limpia su hogar interior y lo abre de par en par a los
otros.
• Si algo no debe ser jamás un guerrero espiritual es mezquino. La
mezquindad descalifica al guerrero. Debe hallarle el gusto a la generosidad.
Nada hace al guerrero tan apuesto como la generosidad. Pero su generosidad
jamás es debilidad. Nunca se presta a manipulaciones, exigencias o reproches
de los otros.
• El guerrero espiritual es un peregrino en la vía láctea hacia el
Conocimiento. Su mayor inspiración es la libertad interior. Camina codo con
codo con todos los guerreros espirituales de la tierra. La no violencia es
su fuerza más poderosa. Cada momento de paz infinita es su recompensa más
elevada. Sabe que al nacer a esta vida murió a otra forma de ser y que al
morir en esta vida nacerá a otro modo de ser. Porque no tiene armadura y es
como el espacio, se siente seguro: no hay dardo que puede herirle. Camina
veloz, pero no se impaciente. No se agota, aunque mucho se fatigue, porque
dispone de toda la energía de la corriente de consciencia despierta. Forma
un eslabón en la inmensa cadena de los guerreros del espíritu. Aboga por la
tolerancia y la indulgencia. No cree en las espadas ni en las lanzas, pero
confía en la bondad primordial de los seres humanos. Toda criatura viviente
habita en su propio corazón. Porque se sabe incompleto aspira a la Unidad. |
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