|
Modo de lograr la fuerza interior.
¿Cómo conseguir, pues, esa confianza, esa fuerza interior? Hay varias
maneras. Es decir, se trata en realidad de una sola manera, pero existen
varias formas de enfocar esa única manera.
Tomemos, por ejemplo, la vía
religiosa. Dios es la fuente, la raíz, el centro de todo lo que está
existiendo, es el centro actual, la potencia actual de todo cuanto está
existiendo. Si tratamos de entender qué quiere decir que Dios es la
Potencia Absoluta, única, nos daremos cuenta de que esta Potencia Absoluta
nos incluye a nosotros mismos. Porque uno, tanto si es importante como si no
lo soy, está dentro del Absoluto, no puede estar aparte. Por lo tanto, toda
forma de potencia, de fuerza, de energía que haya en uno es esa única
potencia.
Si uno intenta entender qué
quiere decir Potencia Absoluta, y trata de estar en silencio frente a esto
que entiende al decir Potencia Absoluta, entonces se producirá un vacío
interior, un silencio interior, que será vacío y silencio del propio miedo.
Es por ausencia de miedo, de lo acostumbrado, que sentiremos el vacío,
porque, claro está, el vacío no existe; sólo existe el Absoluto. Pero la
ausencia de nuestro miedo, al poder contemplar y al poder abrir nuestra
mente y corazón a esa intuición del Poder Absoluto, eliminará nuestra
creencia en el poder opuesto al Absoluto: en el miedo. Y, entonces, en este
silencio que se produce es cuando podemos tratar de sembrar esa actitud
interior que será la semilla que se manifestará luego, que fructificará en
nuestra vida exterior.
Experiencias que se tienen con
profundidad, a veces siendo muy jóvenes, marcan de una manera tan fuerte al
individuo que persisten durante toda su existencia y van fijando modos
reiterativos, no sólo de sentir, sino también de actuar y de provocar
situaciones en el exterior. Por esto hoy en día se habla de la persona que
tiene predisposición a los accidentes, y no sólo respecto a aquellos
accidentes motivados por su mala habilidad personal, sino incluso a los que
pueden ser producidos por causas aparentemente fortuitas. En cambio, de
algunas personas decimos que las acompaña la buena suerte, que respiran
prosperidad; está clarísimo que esta persona prosperará, porque pensamos que
en ella hay algo que está exhalando este sentido positivo.
Todo esto son manifestaciones
más o menos pequeñas de esta gran ley de la que estamos hablando: aquello
que nosotros seamos capaces de vivir profundamente y mantener profundamente,
aquello y no otra cosa es lo que se manifestará, lo que se concretará en
nuestra vida total.
Quizás alguien se pregunte qué
sentido tiene modificar las cosas. Bien, en realidad nosotros ya las
estamos modificando siempre. El sentido de nuestra vida es vivir las cosas
de un modo. Nosotros somos un modo; y a través de este modo hacemos pasar
las cosas, hacemos pasar esa vida, esa conciencia. Nosotros estamos aquí
para dar un modo a las cosas. Sólo que llega un momento en que
podemos elegir el modo.
Nosotros no podemos inhibirnos
del modo como son las cosas, las personas, las circunstancias. Esto puede
ser el ideal de la persona que busca una paz celestial, una liberación -con
la que sueña- de todo lo que es ilusión, donde no hay ningún problema, donde
todo es felicidad. A esta persona le importará muy poco cómo sean las cosas
y lo que pese en las cosas.
Existe, sí, existe ese país de
hadas que llaman “ananda”; existe realmente, y es nuestro
patrimonio. Y lo tenemos que vivir, porque es la Realidad. Pero debemos
vivirlo conjuntamente con todos los modos; no podemos dejar aparte nada. En
este estado de felicidad y paz supremas se encuentran los modos más
concretos, más elementales de la existencia. La Paz, la Realización está en
contacto con los ambientes más desgraciados, más limitados de la
existencia. Y mientras uno quiera buscar una “ananda”, una felicidad,
una beatitud, dejando de mirar unos problemas, unas limitaciones, aunque
estos se encuentren en el último rincón del mundo, uno simplemente está
haciéndome trampa a sí mismo, está refugiándose en una realidad ficticia.
Ese estado superior de Ser es, siempre, inclusivo.
Pero, claro, mientras nosotros
estemos viviendo las cosas con este contraluz, con este contraste tan enorme
entre lo que es desgraciado y lo que es dichoso, es lógico que tratemos de
elegir lo que es dichoso y tratemos de rechazar lo desgraciado.
En la medida en que en nuestro
interior haya un foco realmente positivo, todo alrededor nuestro se irá
convirtiendo en algo positivo. Inevitablemente. Aquí tenemos la consigna:
debemos de vivir lo positivo, porque eso es lo que somos. Y eso positivo lo
hemos de ir integrando, lo hemos de ir viviendo frente a todo lo
aparentemente negativo. Y, gracias a esta presencia de lo positivo en
nuestro interior frente a lo negativo que pueda existir, o aparecer, en lo
exterior, se irán cambiando las cosas.
Gracias a la luz interior que
podamos mantener clara, despierta, alta, frente a las tinieblas exteriores,
éstas se irán transformando en luz, y se irán iluminando las antorchas
interiores de las demás personas.
|
|