|
LA
PLEGARIA, SÚPLICA U ORACIÓN DE PETICIÓN
La plegaria, la súplica, la oración de petición, jamás puede encontrar esa
realidad que no es el resultado de una súplica. El ser humano requiere,
suplica, ora, sólo cuando está confuso, cuando sufre. Al no comprender esa
confusión, ese dolor, se dirige hacia alguien a quien cree por encima de él.
La respuesta a la plegaria es la propia proyección. De uno u otro modo es
siempre satisfactoria y gratificante, pues si fuera de otro modo se
rechazaría.
La plegaria o la petición jamás puede revelar aquello que no es proyección
de la mente. La súplica a otro no puede dar origen a la comprensión de la
Verdad. Para dar con lo que no es una fabricación de la mente, ésta debe
estar en calma, pero no la “calma” impuesta por la repetición de palabras,
que es autohipnosis y no es, en absoluto, quietud.
Pero puede ocurrir que estemos muy preocupados por algo y que necesitemos
pedir por eso en particular. Entonces podemos pedir, pero pedir cuando
estamos viviendo esa presencia. En el momento en que podamos formular
suavemente esta petición de un modo claro, suave y con fe, entonces veremos
la realización de lo que pedimos. Todo lo que pedimos a Dios y es adecuado
se realiza siempre, pues lo tenemos concedido de antemano. Entonces Él
quiere darnos lo que le pedimos porque quiere que las cosas sucedan de la
forma más adecuada.
Lo único que nos separa de esta plenitud es la creencia de que no tenemos lo
que necesitamos. En el momento en que nos abrimos a la plenitud de Dios y
aceptamos que Dios ya nos lo está dando se produce la materialización de
nuestra petición. Pero no es que nos lo de ahora y antes no nos lo daba, la
verdad es que nos lo está dando desde siempre, sólo que ahora lo reconocemos
y lo aceptamos.
El único límite a nuestras peticiones es que éstas salgan de nuestro
interior, sean sinceras y no artificiales, producto de nuestra mente
influida por el exterior. En la medida que pedimos lo que es verdaderamente
útil, lo que está en línea con la espiritualidad y el bien de todos,
entonces, el contenido de la oración de petición será correcto. Dios se
expresa en nosotros y nosotros lo vivimos en forma de necesidad, pues la
respuesta y la petición son exactamente lo mismo, vivida en dos niveles
diferentes.
Podremos comprobar que a veces, cuando en estado de oración ponemos en
nuestra mente la petición, la presencia de Dios desaparece. Es como si se
alejara, como si funcionara otro sector distinto de consciencia,
incompatible con el primero. Podemos repetirlo varias veces, pero esto
significa que lo que estamos pidiendo no está en línea con lo que Dios
quiere ni con lo que nos conviene.
En cambio, en otras peticiones, veremos que ocurre como si la petición se
disolviera y quedara únicamente su Presencia y sentimos como una gran
libertad o expansión, como si hubiera crecido nuestra consciencia. En ese
instante está realizada la respuesta. Y es fundamental también que demos
gracias, abriendo nuestras fibras afectivas más profundas y ensanchando
nuestra consciencia de la presencia de Dios. El dar las gracias desde
nuestro interior permite que Dios se manifieste en ese interior; dar gracias
es un medio de enriquecimiento y de ensanchamiento de nuestra consciencia.
Muchas veces, las peticiones no se materializan instantáneamente, sino que
necesitan un cierto plazo de tiempo, o bien se presentan de un modo distinto
al esperado. Tenemos que darnos cuenta que no podemos exigir que las cosas
se hagan de un modo y no de otro. La forma concreta de realización es
necesario dejarla a una Mente que es mucho más inteligente que nosotros y
que tiene una perspectiva mucho más amplia. Sólo porque no somos conscientes
ni obramos adecuadamente nuestros caminos se alejan de los caminos de Dios.
|
|