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Historia del descenso de la consciencia a la materia III

4. Nuestra época, momento crucial de la humanidad

Las dificultades que tenemos a diario, la falta de dominio de nosotros mismos y todas nuestras limitaciones personales y colectivas proceden del hecho de que estamos todavía en el momento de inversión del proceso: la involución se está acabando, está empezando la evolución...

Hace unos dieciocho millones de años, el proceso de involución no se detuvo de golpe para ser sustituido de pronto por el proceso de evolución. Dieciocho millones de años son un tiempo relativamente breve en la historia de la consciencia de la humanidad, como ya hemos indicado, y estamos todavía en el período de inversión del proceso. Las fuerzas de atracción hacia la materia se van debilitando, pero todavía actúan; las fuerzas de retorno hacia lo divino también actúan, pero están aún muy lejos de haber alcanzado su máxima intensidad. Nos encontramos en un momento muy especial de la historia de la humanidad, en medio de un cambio importante de dirección que lleva desde el descenso a la materia hasta el ascenso hacia la expresión de la divinidad. Lo mismo que ocurre en la naturaleza cuando tiene lugar una dinámica semejante, es un momento de inercia que supone una gran tensión, como cuando un avión vuela a ras de tierra y trata de remontarse de nuevo hacia el cielo; la inversión del movimiento exige muchísima energía. Es el punto en el que nos encontramos ahora. Y eso explica la gran tensión que existe en el planeta en todos los campos de la creación humana, y la lucha que parece existir entre el «bien» y el «mal». No hay bien ni mal; hay, simplemente, dos dinámicas inversas que se yuxtaponen en este momento, una de ellas (la involución) que está terminando su curso porque se ha alcanzado el objetivo (el descenso a la materia), y otra (la evolución) que está empezando a levantar el vuelo y que ha de hacerlo cada vez con más fuerza (retorno a la divinidad después de haber dominado y «divinizado» la materia y haber adquirido la autoconsciencia).

De modo que es inútil lamentar haber «perdido el paraíso» o haber olvidado la sabiduría de las antiguas tradiciones, que parecen portadoras de más conocimientos espirituales, más sabiduría y más poder que la nuestra (tradiciones orientales, chamánicas, atlantes, cabalísticas, etc.). De una gran inspiración, por cierto, cumplieron su papel de acompañar y ayudar a la humanidad en un determinado momento de su historia. La aparente y momentánea pérdida de sabiduría ha sido la adecuada para que la humanidad hiciera el aprendizaje que tenía que hacer, en especial en lo referente al dominio de las facultades mentales superiores. Las enseñanzas esotéricas nos tranquilizan en ese aspecto, subrayando lo que la humanidad tiene que aprender mientras realiza ese pasaje en una era como la nuestra en la que parece haber predominado la mente inferior con su lote de miserias. Ahora estamos preparados para salir de nuevo al encuentro de la sabiduría y del antiguo conocimiento, integrándolo en una experiencia de la consciencia mucho más amplia, a través de la cual cada uno de nosotros debe, entre otras cosas, encontrar en el interior de sí mismo, en su alma, a su propio guía, a su propio maestro interior. Es cierto que, en el camino de la evolución, aunque ya no estemos dirigidos automáticamente por «los dioses», todavía necesitamos verdaderos instructores que nos inspiren con su ejemplo, que nos ayuden a descubrirnos a nosotros mismos, que nos indiquen el camino adecuado; pero sin ejercer ningún tipo de autoridad. Los verdaderos instructores proponen, sugieren, y dejan a cada uno la libertad y la responsabilidad de encontrar su propia verdad. Es cierto que las secuelas de la dinámica de involución todavía dan lugar a sistemas basados en la autoridad de uno o varios individuos, a la que se someten algunas personas que no quieren asumir la responsabilidad de su vida. Existen bajo formas muy diversas, desde la secta, en la que el seudomaestro espiritual está rodeado de una corte de discípulos complacientes y sumisos, hasta el tremendo poder de influencia de los medios de comunicación que, en general, condicionan el comportamiento de la gente manteniéndola en una pasividad que anula prácticamente su creatividad individual. Esos sistemas irán desapareciendo con tanta mayor rapidez cuanto más se acelere el proceso de evolución y el ser humano vaya desarrollando más sabiduría, inteligencia y discernimiento, y un contacto más directo con su alma.

Pero no habrá sido en vano. Algo habremos adquirido tras el paso por las tinieblas de la mente inferior, y podremos experimentar el antiguo conocimiento con mayor dominio, bajo formas más profundas y mejor integradas. No ha habido errores, sólo un largo viaje, con rodeos que tal vez podrían haber sido evitados, pero que, si no lo han sido, nos habrán aportado mayor riqueza en la experiencia de la psique colectiva.

Ésta es, hasta hoy, la historia (o la experiencia, si no queremos hablar en términos de tiempo) del viaje de la consciencia hacia la construcción del vehículo que le permite experimentar la materia, leer estas líneas y continuar su exploración. En el camino de esa construcción, hemos llegado ahora al momento crucial en el que la consciencia colectiva de la humanidad está lo suficientemente desarrollada para que cierto número de seres humanos puedan, mediante una decisión consciente, volver a entrar en contacto con su alma, disponiendo así de un instrumento cada vez más adecuado para expresar la voluntad de «Dios» en la Tierra. Al hacerlo, darán un gran impulso a la humanidad, ayudándola a ponerse en camino hacia su propia evolución, para que, al fin, pueda manifestarse de un modo generalizado y concreto la energía divina, con toda su belleza, su plenitud y su amor.

La situación actual del ser humano es, pues, muy especial. Todavía no ha encontrado plenamente el contacto con su fuente original, con su Ser. Su consciencia está todavía aprisionada en el ego, que intenta dominarlo y lo retiene aún en la dinámica de involución; al mismo tiempo, una fuerza interior lo empuja hacia la dinámica opuesta, la de evolución. Porque, lo que lo empuja en la búsqueda, aparte del sufrimiento, es el recuerdo confuso del origen divino de su gozo y de su libertad, el deseo profundo, consciente o inconsciente, de volver a encontrar aquel estado de gracia que tenía al principio del gran viaje y que por el momento tuvo que perder. Cuando realice la unión a la que aspira, vivirá por cierto ¡un gran orgasmo cósmico!

El proceso de separación de las unidades de consciencia y su identificación con la materia, necesario en el proceso de involución, explica, entre otras cosas, la atracción casi hipnótica que ejerce todavía lo material sobre la consciencia humana. El deseo de posesión del ego, originado por la identificación con la materia, da una importancia exagerada al mundo físico. Por eso algunas personas se pasan la vida trabajando muchísimo y ganando dinero para gastarlo después en cosas materiales, cosas como renovar la casa (o soñar con hacerlo), comprar otro coche, cambiar la máquina para cortar el césped, comprar una nueva cadena musical, otra cama, una segunda residencia, otra batería de cocina, etc. Utilizan casi exclusivamente su energía en preocupaciones materiales. El tremendo consumismo que se puede observar en cualquier gran centro comercial es una expresión de esa hipnosis colectiva.

Pero el ser humano no puede comportarse de otra forma en cuanto al ego, es su propia naturaleza. La liberación de esa influencia, es decir, el desprendimiento que predican tantos maestros espirituales, sólo podrá proporcionarla la energía del alma. Se comprende mejor así el origen del apego a lo material. Tampoco en esto hay «bien» ni «mal»; se trata sólo de un proceso de evolución que tenemos que acelerar si queremos reducir nuestros sufrimientos y encontrar la paz y la libertad.

El cambio desde la involución hacia la evolución de la consciencia explica también los esfuerzos que realizan en la actualidad muchos seres humanos para encontrar otros valores, llamados espirituales. Cuando iniciamos una búsqueda interior porque presentimos que existe algo distinto del mundo material que puede satisfacernos, no hacemos más que responder intuitivamente al proceso de evolución que está siendo cada vez más activo en el seno de la humanidad.

Esa perspectiva ayuda también a comprender mejor las dificultades que surgen cuando uno desea adquirir mayor dominio de su propia vida. Se comprende también mejor por qué tantos seres humanos, desde hace tanto tiempo, intentan encontrar a Dios; y por qué hay actualmente un gran número de personas que trata de experimentar su vida de forma más libre y verdadera dentro de los marcos tradicionales o con independencia de todo movimiento religioso o filosófico; también se comprende mejor por qué, por otro lado, hay todavía tantos seres humanos aprisionados en una consciencia materialista estrecha, vestigio del proceso de involución. Se trata de un movimiento natural de la consciencia humana que está desprendiéndose de los viejos mecanismos para construir en este planeta un mundo de paz, de justicia, de abundancia y de libertad.

Una vez hemos comprendido esto, ¿qué podemos hacer para deshacernos de manera definitiva de las fuerzas de involución y acelerar el proceso de evolución que conducirá a la manifestación de lo divino? ¿Qué podemos hacer para liberarnos de los comportamientos limitadores como los que se han descrito en el anteriormente y entrar en contacto con nuestra esencia divina, alcanzando así el estado de bienestar que nos procurará el contacto con el alma? Sí nos situamos en un contexto más amplio que el de la búsqueda de bienestar egoísta, incluso en uno más amplio que el del «bien» y el «mal», encontraremos conscientemente medios concretos que nos ayuden a liberarnos de la prisión en la que nos tiene atrapados el ego. Lo que facilitará, de forma concreta, la realización del sueño profundo de todo ser humano: vivir libre en un mundo de belleza, de abundancia y de amor.

El trabajo iniciado en el momento de la individualización no ha terminado, ni mucho menos. Podremos completarlo a lo largo de los próximos siglos. Si queremos acelerarlo, tenemos por delante dos tareas:

a) Continuar perfeccionando los tres cuerpos inferiores, y aprender a dominarlos coordinándolos y haciendo de ellos un instrumento lo suficientemente flexible y eficaz para permitir la manifestación del Ser. Es una doble tarea que se lleva a cabo mediante el desarrollo de la mente superior (inteligencia, intuición, capacidad de reflexión y de observación objetiva), y la liberación de los mecanismos de la mente inferior (control del plano emocional); porque la mente inferior, cargada con recuerdos del pasado e incapaz de controlar el cuerpo emocional, mantiene la consciencia del individuo como si fuera una máquina automática, como veremos con mayor precisión en el espacio siguiente. (El cochero debe aprender a entrar en contacto con el amo, y, al mismo tiempo, dirigir el caballo de manera adecuada).

b) Vincular el ego con el Ser. A partir de un ego suficientemente construido, receptivo y coordinado, construir un vínculo firme y adecuado de modo que la personalidad esté en condiciones de registrar la voluntad del Ser, que es, a su vez, instrumento perfecto de la voluntad del gran Espíritu inicial. Esa tarea se realiza también poniendo la mente inferior en su justo lugar, desembarazándola de automatismos inadecuados, y desarrollando la mente superior, que es el puente entre el alma y la personalidad. Entonces se darán las condiciones adecuadas para que la voluntad divina se manifieste de manera concreta en la materia, es decir, en el mundo físico, y se habrá alcanzado el objetivo del gran proceso.

En términos generales, esas dos tareas constituyen el programa de todo el que busca sinceramente un camino espiritual. Como se ve fácilmente, el proceso que acabamos de exponer ofrece una perspectiva más amplia que la de cualquier sistema religioso (los incluye a todos) y representa una síntesis de la búsqueda humana en todos sus aspectos (científico, artístico, religioso, psicológico, ético, filosófico, etc.).

Para comprender mejor el estado actual de la consciencia del ser humano, no vendría mal estudiar con mayor precisión cómo ha ido construyendo su ego a partir del momento de la individualización. Es decir, ¿cómo hemos llegado a tener este conjunto físico, emocional y mental que tenemos? ¿Qué proceso ha habido desde el momento en que el ser humano se individualizó? Si estudiamos cómo ha ido construyendo el ser humano su personalidad desde la individualización hasta ahora, podremos comprender por qué está actualmente estructurado como lo está y cuál es exactamente el trabajo que le queda por hacer.

 

 

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